Una vida escaparate


Todo es perfecto, como siempre había imaginado, sin nubes negras a la vista, no hay tormenta. Sólo luz, sol, calma y una ligera brisa que mueve su melena. Esas ondas perfectas que bailan con el viento sin despeinarse. Pisa fuerte, segura, con soltura. Tiene la familia perfecta, una casa maravillosa que siempre luce recogida, limpia, luminosa… Junto a ella el amor de su vida, el de verdad, amor del bueno, una relación ideal, idílica, sin fisuras.

Disfruta del trabajo que todos hemos soñado alguna vez. Hace lo que le gusta y valoran su talento. Es una mujer afortunada, empoderada y poderosa. Ella decide y marca el rumbo y el resto no pueden más que seguir sus pasos… siempre certeros.


Viaja. Viaja mucho y a lo grande. Disfruta de cada vista, cada paisaje, cada cultura. Se empapa de todo lo que le rodea y siempre con una sonrisa, con una palabra amable y un gesto cariñoso. En su vida no existe el dolor ni la pena. No hay nada que desentone. Es feliz y sus sueños se cumplen.

Se mira al espejo y se ve bonita. Sabe lo que quiere y lo que quiere, lo tiene. ¿Qué más se puede pedir? Disfruta de ese momento para ella sola con un buen libro o una sesión de belleza, según le plazca. Está relajada y tranquila sabiendo que todo a su alrededor está en orden. Los niños duermen en habitaciones perfectas, llenas de color… y hasta Luna, su bonita Yorkshire, disfruta de un acogedor espacio para ella. Todo está bien. Sí, no hay duda, lo está.


Activa las alarmas en su teléfono y acciona el botón que apaga esa luz intensa que iluminaba su rostro. Le lloran los ojos. Demasiadas horas mirando una pantalla. Mañana se pondrá el colirio. Está demasiado cansada para levantarse y no quiere despertar a los niños ahora que parece que por fin descansan. Dichosas gripes… van a acabar con todos.

De pronto recuerda que mañana tiene una reunión importante que no ha preparado. No ha tenido tiempo entre visitas al pediatra y al supermercado. Se tendrá que levantar antes, un día más. No quiere otra bronca de su jefe como la de hoy. Como siga así la van a despedir. Y es que últimamente parece que tiene la cabeza en otro sitio y siente que no puede abarcarlo todo. Se siente sola.

No quiere una nueva discusión con su marido. Ya son muchas desde que nació su hija pequeña así que se calla. Un día más se calla e intenta sonreír. Mañana pegará cuatro gritos. Lo necesita. 


Decide cerrar los ojos. Definitivamente, mañana se levantará a por el colirio. Le pesa demasiado el cuerpo. Repasa mentalmente todo lo que tiene que hacer al día siguiente y de pronto lo recuerda: no ha publicado la foto que hizo el otro día de toda la familia en el parque, esa en la que consiguieron salir todos sonriendo iluminados por el sol. Mañana lo hará, a primera hora.

Es importante tener actualizado el escaparate y que luzca bonito. De la trastienda desordenada... ya  (si eso) nos ocuparemos otro día. 


"Naciste para ser real, no para ser perfecto"
(Anónimo)

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