La libertad de expresión no es negociable

Si hay algo innegociable en pleno siglo XXI es la libertad de expresión. Si perdemos eso, ¿qué nos queda? El ataque a la sede del semanario satírico francés Charlie Hebdo es un ataque en toda regla a la libertad que todos tenemos de expresar nuestras opiniones. Doce personas, diez de ellos periodistas y dibujantes, han muerto por ejercer su derecho a opinar, a contar y a ver el mundo desde su perspectiva, la de la sátira y el humor.


La conveniencia o no de publicar caricaturas de Mahoma es otro debate, también el de la línea editorial que pudiera seguir la publicación francesa. Nada, repito, nada justifica que tres personas desalmadas irrumpieran armados en la redacción de un medio de comunicación y acabaran con la vida de todas esas personas cuyo ataque no ha sido otro que el que han ejercido con los lápices como única arma. Han muerto por defender un derecho conquistado hace muchos años, un derecho que ahora todos tenemos la obligación de defender y ejercer. Sin eso ya no tenemos nada. Sin las libertades estamos en manos de quien quiera manejarnos, del encargado de turno de mover la marioneta. 

Viñetas de José Manuel Puebla (ABC) y Julio Rey (EL MUNDO) 

Me alegra y enorgullece saber que medios de comunicación y periodistas, desde el mismo momento en el que se conoció el atentado en París, se han dado la mano (nos hemos dado la mano) para expresar su repulsa a lo ocurrido en el corazón de Charlie Hebdo. Este jueves no hay portada en todo el mundo que no rinda homenaje a los compañeros que ayer caían a manos de extremistas, no lo olvidemos. Algunas portadas lo hacen con menos acierto en nuestro país y, para mi sorpresa, son la de El País y El Mundo. Ellos no han debido entender que hoy no había que publicar la impactante e innecesaria (esta es mi opinión) imagen del policía tendido en el suelo a punto de morir por un disparo a bocajarro. Sí lo ha hecho La Razón, que hoy se ha vestido de luto para defender la libertad de expresión porque "todos somos Charlie Hebdo". 


El de hoy es, sin duda, un día para parar el mundo, para pararlo y reflexionar sobre lo que tenemos, lo que nos rodea y lo que nos falta. De lo que carecemos lo tengo claro: de mucho respeto y, sobre todo, de humanidad. 


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