Lo llaman celos

Lo llaman celos, pero en realidad son ganas. Son las ganas de estar cuando no se puede, de abrazar cuando la distancia lo impide y de besar cuando los convencionalismos lo prohíben. Lo llaman celos, pero eso que se agarra al estómago, que te apuñala por la espalda cuando no lo esperas, en realidad es necesidad. Es la necesidad de volver a sentir que tus ojos se encuentran con los míos y sólo con ellos. La necesidad también de que la alarma de mi móvil me diga que estás ahí, que siempre has estado aunque un día un fallo en el sistema de los recuerdos te alejase de mi vida. 

No, no son celos lo que siento cuando ya no te veo. Tampoco es eso que padezco cuando ocupas tu energía en alejarte de la habitación que compartíamos cuando el sol nunca se ponía. No son celos, es melancolía, añoranza de un pasado que, en este caso, sí fue mejor. Algo mejor, al menos. Un pasado de dos en el que los problemas parecían desaparecer a su paso por el sendero que marcaban nuestros pasos. Pisadas multiplicadas por dos en sueños compartidos. 


Mi sonrisa al mirar esa fotografía del ayer no son celos, es felicidad. Felicidad empañada por un deseo irrecuperable pero felicidad al fin y al cabo, que es lo que importa. Tampoco siento celos al verte con ella, es sólo un pellizco al intuir esa mirada, que tan bien conocía, fijada ahora en otro cuerpo. Es una punzada en el alma al ver tu mano en otro rostro. Sí, esa misma mano que semanas atrás, quizá meses o años, vete tú a saber, sólo buscaba mi piel. 

Lo llaman celos, pero es sólo una forma de vestir las ganas, la necesidad, la melancolía, la añoranza y la felicidad pasada. Lo llaman celos cuando el realidad quieren decir amor marchito o pasión consumida. No son celos lo que siento pero, por si lo fueran, discúlpame. Se agarran al alma, junto al vientre, y no se van. Todavía es pronto pero volarán, como volaron aquellas mariposas que en su día anticiparon todo lo que estaba por llegar. Esas mariposas que, desde donde ahora se acurrucan los celos, pintaban sonrisas en nuestras caras. En la tuya también, reconócelo.


Es una felicidad que, con alas coloreadas, voló para regresar de nuevo cuando la última página de este cuento sólo la ocupe la palabra FIN.

El fin de los días pasados. El fin de mis celos.

"Me gustaría mirar todo de lejos, pero contigo"
(Mario Benedetti) 

Comentarios

  1. No se puede escribir algo tan bello sin haber sentido en propias carnes esos mismos celos, como tampoco se pueden interpretar tus palabras sin haber sido celoso en alguna ocasión. Enhorabuena por tu artículo una vez más. Me encanta leerte, Marta! Bueno, y escucharte...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario