Siempre estuviste a mi lado

Un día te perdí, o creí perderte, ahora no lo sé. Olvidé dónde estabas, dónde te dejé, si es que te dejé en algún lugar aquel momento en el que pareció apagarse el Sol. Todo se fue a gris y con el gris desapareciste tú también con todo tu color, con esa luz que sólo tú eras capaz de desprender en mi rostro y en el de todos aquellos valientes que se asomaban por mi vida. 

Desapareciste, te fuiste. Te busqué en el viejo libro de recetas de cocina heredado aquel septiembre de hace ya tantos años que hasta asusta pero allí no te encontré, no había ingrediente, proporción ni medida que lograra traerte a mí. Todo seguía siendo gris. Tampoco estabas en esa caja de recuerdos ya olvidados


Luego recordé aquella cinta de cassette rallada que tantas veces había sonado en el viejo coche familiar y ahí empecé a intuirte. Junto a sus canciones creí verte y fantaseé con la idea de volverte a recuperar entre aquellas letras que hablaban de amor.

Me acordé también de aquel viejo mueble que presidía el salón, cuántos recuerdos en él, cuántas manos amigas se habían posado en aquellas maderas. En el cajón, junto al álbum de fotos de aquel verano en el mar, te vi. Sí, ya no había duda, estabas tú entre aquellas instantáneas de sol y sal. Entre aquellos abrazos retratados y en aquellas miradas felices. En esos rostros reflejados. También en el mío, estabas tú. 


Miré a mi alrededor y también te vi entre aquellos bigotes y en el ronroneo de quien no se había separado de mí desde que el azar le había colocado en mi vida. Sí, también estabas en su mirada y su maullido diario. 

En esa llamada inesperada que anunciaba una llegada deseada también estabas. También en esa en la que sólo preguntaban qué tal. Eras tú aunque no supe verte quien asomaba en ese mensaje de buena mañana, en esa canción que sonaba en la radio, en la luz que entraba por la ventana después de la tormenta de medianoche. Me habías acompañado todo este tiempo sin que yo pudiera verte. 


Junto a aquel espejo, en mi reflejo, ahora también estabas tú. Primero tímida, pudorosa, con miedo. Luego algo más decidida, acomodándote en el centro de mi rostro. Ya acomodada volví a verte, grande, sincera, llena de vida. Volvías a ser tú y contigo, volvía a aparecer yo también en aquel espejo. Limpia, alegre y hasta divertida. Tú, mi sonrisa, volvías a ocupar el lugar que te correspondía, tu lugar y contigo yo volvía a encontrar mi espacio en el mundo. 



"La sonrisa siempre está, en los detalles, en los recuerdos, en las pequeñas cosas. Vístete siempre con tu sonrisa y al mundo no le quedará otra que rendirse a tus pies" 
(Parando el mundo)

Comentarios

  1. Me encanta como escribes, Marta! Hasta el final no supe que lo que perdió el personaje de tu historia fue la sonrisa. Pura magia. Enhorabuena y nunca pierdas las tuyas: magia y sonrisa...

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  2. Muchas gracias José Luis. Me alegro de que te haya gustado!!!

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