Habla. No te calles. Díselo que lo estás deseando. Dile eso que hasta ahora has guardado para ti y te come por dentro. Pronuncia esas palabras que nunca pensaste que llegarían a sonar con tu voz. Habla. Habla de eso que te preocupa, de eso que no sale de tu mente y que hace demasiado tiempo ya se enquistó en tu corazón.
Busca las palabras y encuéntralas, están ahí para que las utilices. Transforma en palabras eso que ahora te quita la respiración. Busca la fuerza y encuéntrala, también está ahí esperando que la dejes salir, deseando ayudarte a quitar la losa que hoy te empuja contra el suelo y no te deja avanzar.
Plántate delante y deja que de tus cuerdas vocales salga ese discurso que llevas tanto tiempo ensayando. No te dejes nada en el tintero y no permitas que tu intento sea fallido. Respira hondo y deja que el aire pase por tu garganta, deja que ese aire que ahora sólo respiras se transforme en palabras y que esas palabras recojan tus deseos, tus quejas, tus súplicas, tus ruegos, tus preguntas y tus respuestas.
No tengas miedo y habla. Díselo. Dile eso que no te deja vivir. Róbale un segundo, un minuto o una hora de su vida para empezar a vivir la tuya sin cadenas. Si no lo haces nunca sabrás lo que podría haber sido. No dejes que la duda te acompañe siempre y háblale, díselo. Sé fuerte y renuncia de una vez por todas al silencio impuesto.
Díselo. Hazme caso y dile eso que te impide dormir por las noches. No te preguntes qué pasará después porque nadie tiene la respuesta a eso. No te preguntes en un futuro "y sí...". Haz que sea. Ahora. Haz que las cosas cambien, que tu vida cambie. Saca de tu mente lo que ya no quieres y llévaselo a su propietario en forma de palabras.
Dile que le quieres o dile que le odias pero díselo... "hasta que se gasten las palabras".
"Habla hasta que se te gasten las palabras pero no te rindas, por favor"
(Rita en Velvet)
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