Mucho por reír

¿Quién eres tú que desde hace demasiados meses te has convertido en mi sombra? ¿Quién eres que aún pareciéndote a mí te alejas de todo lo que siempre quise ser? ¿Por qué te interpones entre mis ojos y la realidad? Tú, que cada día amaneces conmigo para subirte a mis hombros y hacer que me caiga, que hablas por mí cuando no debes y que me tapas la boca cuando soy yo quien debe responder. 

Qué difícil se me hace pensar cuando tengo que hacerlo por las dos o cuando ya sólo lo hago por ti, pensando en las ideas que te empeñas en inculcarme. Ideas que grabas a fuego en lo más profundo de mí. Fuego que quema. Ideas que duelen. 


¿En qué momento empezaste a reflejarte en mi espejo al pasar yo por delante? ¿Cuándo pasaste a ocupar toda mi vida, a hacerme débil? ¿Por qué eres tan fuerte si sólo yo puedo verte? Soy la única que te habla y eso hace que te crezcas a costa de mi debilidad. No quiero verte más. Vete. Pero no, no te vas. Un día tras otro sigues ahí.... en mi cama, en la ducha, frente al espejo, en mi mesa de oficina y hasta en la reunión de amigas. 

Demasiado tiempo viendo desde tus ojos... tanto que he olvidado como veían los míos. He olvidado que siempre supe reír, que los miedos no existían y que, aún estando nublado, siempre supe cómo ver el sol. Que las carreras de obstáculos se convertían en parques de atracciones y que las montañas no eran más que pequeñas rampas que salvar. Ya no me acuerdo cuando pensaba en comerme el mundo sin miedo al empacho, cuando pisaba fuerte con tacones imposibles y siempre mantenía el equilibrio. 


Hagamos un pacto. En esto estamos solas. Vete lejos, donde yo tampoco pueda verte. Tu trabajo ya está hecho aquí. Déjame ahora que vuelva a encontrarme, que al mirarme vuelva a reconocerme. Vete y no vuelvas porque todavía me queda mucho por reír. Desaparece con tus sombras, con tus miedos y deja que, de una vez, aquí salga el sol. 


"No hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra"
(Gandhi) 

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