Miedo a sentir miedo

Miedo, de ese que te encoge el estómago y te cierra la garganta. Miedo, ese miedo que te paraliza, que te ciega y que te impide respirar. El miedo que se instala en tu vida como una enorme piedra en tu camino. Ese miedo que te obliga a contener la respiración y a buscar el oxígeno más allá del aire que te rodea. Miedo a sentir miedo.

No hay mayor enemigo que ese miedo irracional que te niega y te anula, que funde a negro tus pensamientos y coloca una venda tupida en los ojos para que no puedas ver, para que no puedas sentir nada que no sea ese miedo que ahora ocupa tu cuerpo y que te mueve cual marioneta inerte. No eres nada ni nadie, estás en sus manos, pendes de los hilos que ha tejido alrededor de tu cuerpo, apéndices de sus redes que, si tú le dejas, son cada vez más y más fuertes, más y más extensas. Si le dejas, aprietan cada vez más y más. 


Miedo a tener miedo y miedo, sobre todo, a acostumbrarte a sentir miedo. Porque es lo que consigue, poco a poco hace que te instales bajo sus brazos, que te acostumbres a la vida que él te ofrece y que dejes de vivir tu propia realidad, esa que un día llenaba de luz tus días y que te hacía sonreír, soñar, reír, bailar, cantar, saltar, disfrutar... esa que te hacía VIVIR

Párate. Ahora. Coge fuerzas y plántale cara. Tú eres más fuerte. Coloca tu miedo en ese cajón de tu mente que debe ocupar y consúltale sólo cuando creas que debes hacerlo. Enséñale a tu miedo que sólo debe aparecer cuando le llames. Enséñale a acompañarte en tus días en silencio. Dale la mano, haced las paces y seguid vuestro camino porque todavía queda mucho camino por construir, por caminar. 


NOTA: Muchas gracias a todos por los mensajes que estoy recibiendo estos días. En breve mi voz y yo volveremos a dar guerra. No me había pasado nunca pero dicen que para todo siempre hay una primera vez ¿no? ¡Qué difícil resulta tener que estar callada! 

Comentarios