02 - Conviviendo con Martina: a nadie le importa tu opinión

 “Mejor cállate, ¿no te das cuenta? A nadie le importa tu opinión, ni tu historia, ni lo que tengas que decir… si es que tienes algo que decir. Lo que tú piensas, ya lo han pensado antes. ¿Qué aporta ese comentario? Encima no sabes ni lo que dices. Mejor sigue callada porque van a descubrir lo impostora que eres”.


Sentada en una esquina contemplo la escena mientras escucho esas palabras, una y otra vez. Y de pronto me hago pequeña en un mundo demasiado grande y me revuelvo incapaz de salir de ese bucle de toxicidad en el que yo misma me estoy metiendo. Porque sí, Martina es mi gran enemiga, esa “persona” de la que todos huiríamos. Y lo sé. Porque no dejaríamos que nadie nunca jamás nos hablara así (no deberíamos dejar que nunca nadie nos diga ni una mínima parte de lo que Martina me dice a mí en este texto) pero, ¿y si somos nosotros mismos? ¿Por qué nos lo permitimos?



Son esas trampas que utiliza nuestro cerebro para hacernos creer que lleva la razón. Es nuestro cerebro, somos nosotros, ¿por qué nos íbamos a engañar? Y si lo ves con perspectiva, si por un rato te sales de tu cuerpo, te das cuenta de que es una auténtica locura, que no pude haber nadie tan cruel como para decir algo así a otra persona a diario, sin censura, sin límite. Pero cuando vuelves a situarte en el espacio que ocupas… no lo puedes evitar.
Martina está ahí y está desatada.

¿Y qué hacemos con ella? La teoría está clara: no dialogar con ella. No echar más leña a un fuego que se extiende sin control. ¿La práctica? Ay la práctica… eso ya es otra cosa. Y ahí empieza el bucle, la bola que no deja de crecer y que se hace cada vez más grande. Incontrolable. Ingobernable. Y
agotada por esta lucha interna me dejo ganar, dejo que esa bola me arrolle esperando que mañana sea otro día y que la que esté cansada sea ella. Pero no. Eso nunca pasa. Al día siguiente Martina se hace más fuerte. Y así un día tras otro. Una semana tras otra. Un mes tras otro… Demasiado tiempo.


Todo ese tiempo escuchando a Martina es
tiempo en el que te vas diluyendo, en el que dejas de ser, de existir… en la acepción más amplia del término. Estás, pero sin existir. Y de pronto te preguntas: ¿quién eres? ¿qué te gusta? ¿qué necesitas? ¿con qué disfrutas? La respuesta… una hoja en blanco, una de las mayores incógnitas a las que te vas a enfrentar.


Resolverlo pasa por ganarle terreno a Martina
, porque su voz suene cada vez más bajito, más lejana... hasta que sólo sea un rumor. Y a partir de ahí buscar esa otra voz que todos tenemos aunque los gritos de una silencien a la otra. Esa voz que nos cuida, que nos quiere bonito. Nuestra esencia. El ser.

 

"No dejes que el ruido de las opiniones de otros apague tu propia voz interior"
(Steve Jobs) 



Comentarios